Conocer la historia de Cartagena supone empaparse de toda la historia del Mar Mediterráneo, tanta es la ligazón de la urbe con los sucesos acaecidos en el Mare Nostrum.
La ciudad tiene tres periodos históricos esenciales, entre los cuales se instalan grandes lapsos de olvido: el primero es el periodo antiguo, al que le seguirían mucho tiempo después el siglo XVIII y la opulenta época modernista (segunda mitad del siglo XIX).
La historia de Cartagena comienza allá por el siglo 3 a.c., cuando el imperio romano era la fuerza predominante en esta parte del mundo. Solo Cartago, un belicoso pueblo proviniente del norte de Africa, se atrevió a desafiar ese poder casi omnímodo, y encontró en las sierras mineras que circundan la localidad su principal fuente de financiación para ese desafío. La ciudad fue fundada con el nombre de Quart-Haddast, pero tan solo 20 años después, y atraídos también por la imponente riqueza que se escondía en las montañas cercanas (plata, plomo, zinc, sulfuro…), Roma conquistó la ciudad, comenzando entonces un largo periodo de dominación romana que se extendió hasta el siglo IV después de Cristo.
Tras el breve paso por la zona de bizantinos y bárbaros, los musulmanes que invadieron España no parecieron encontrar mucho atractivo en el enclave costero, prefiriendo asentarse en el interior (ellos se lo perdieron). Cartagena renace solamente en el siglo XVIII, cuando es escogida por la monarquía borbónica para ser una de las tres bases navales de la Armada española, junto con El Ferrol y Cadiz/San Fernando, estableciéndose esa impronta militar que la ha caracterizado hasta nuestros días. La urbe se dota de una serie de instalaciones militares que la hacen un enclave poco menos que inexpugnable. La fiebre por construir un imperio marítimo que pudiera desafiar el dominio de la pérfida Albion llevó a acabar con todos los bosques que rodeaban a la ciudad para construir más de 300 unidades navales. Sin embargo, ese sueño terminó en 1805, cuando el Almirante Nelson masacró a las flotas española y francesa en Gibraltar.
Medio siglo habría de pasar para que la ciudad volviese a recobrar el esplendor de antaño. Una escasez de plomo, el mineral mas demandado en Europa en plena Revolución industrial, provocó que los ricos industriales catalanes volvieran sus ojos hacia Cartagena, cuyas sierras todavía albergaban apreciables reservas de dicho material. Las actividades mineras se reanudaron empezando a construirse bellísimas mansiones modernistas que dejaban patente el nuevo poderío económico de la ciudad. Esa fase de esplendor se extendió hasta el estallido de la Primera Guerra mundial, cuando se hizo muy arriesgado el que las grandes compañías europeas viniesen hasta aquí para llevarse ese preciado mineral.
El siglo XX fue un periodo lleno de duras pruebas para la ciudad; los bombardeos de la guerra civil y la larga noche de la dictadura franquista convirtieron a Cartagena en una ciudad sin espacio para la cultura, viviendo de espaldas al mar y solo concentrada en los astilleros y su actividad como base naval, como lo prueba el que su primer yacimiento arqueológico, hoy conocido como el Decumano, fuese abierto en 1969.
Tras muchos años en los que su rico pasado parecía sepultada bajo el peso militar, la ciudad está por fin recuperando importantes vestigios de su rico pasado, tales como la Muralla Púnica, los único restos carthagineses conservados en el mundo; el Teatro Romano, descubierto por casualidad en 1987 y puesto en valor por Rafael Moneo; el Decumano, la principal calle de la urbe romana conocida como Cartago Nova y también prolongación de la principal carretera romana en España, la Via Augusta, o la fenomenal obra de recuperación del barrio religioso de la ciudad que se ubicaba en la ladera de la colina conocida como El Molinete, donde se está construyendo un Parque Arqueológico, son hoy imponentes realidades recuperadas para el disfrute de todos aquellos que tienen interés en conocer un legado que se antoja inagotable.